lunes, 27 de abril de 2015

Bienvenida a "HISTORIAS DE CHICAS QUE NO QUIEREN SER COMÚN"

Historias de chicas que no quieren ser común
De la A a la Z, un recorrido por el accidentado modo de ser mujer



Patrañas. Mentiras. Ilusiones. Fantasía. Todo eso y más hemos ingerido por los ojos,  los oídos y el corazón, todas y cada una de las pequeñas doncellas del lado occidental del mundo. No es mi intención tirar al cesto todos aquellos años de ficción y magia de la niñez, los cuales sobreviven entre algodones en alguno de los cajones de recuerdo de mi memoria,  ni tampoco  convertirme en una de esas titánicas mujeres feministas que quieren entablar una pulseada de ética sociológica con la corporación Disney por instalar a través de sus grandes éxitos animados tal o cual prototipo de género. No. Esta reseña escapa de cualquier intento autodestructivo así como de cualquier pretensión académica o de reivindicación. Simplemente es una confesión, esas que las mujeres pueden solo hacer a sus amigas amiguísimas, cuando estos seres multifacéticos, soberbios, equilibrados, perfectos y acabados que queremos ser las mujeres, bajamos la retaguardia, mandamos al diablo la coquetería, asumimos los defectos  y le contamos a nuestra fidelisísima compañera de vida, lo que todas sentimos pero nos cuesta aceptar:  la vida de las princesas de los cuentos solo existen en las hojas de los libros. Y ni que decir el príncipe azul.

Por más que querramos erradicar esa certeza usando alguna pluma exótica  en la cabeza en algún evento o haciendo todo el esfuerzo para vestirse y sentirse una socialité, esa sensación de ninguneada que nos ataca insondablemente en algunos más que frecuentes momentos de la vida, nos lleva irremediablemente a reconocer lo indeseado. Que lindo recordar cuando todavía nos creíamos el verso, cuando nos alegrábamos de escuchar  las dulces palabras de papá cuando nos repetía que éramos su princesa, aún cuando a los seis años gozábamos de una salud exageradamente rebozante, nos  faltaban los dos dientes frontales superiores, nos habíamos cortado  solas el flequillo con la tijera de pollo la noche anterior  y nuestra actividad preferida en los tiempos de ocio era comerse los mocos mientras veíamos nuestra tira favorita por la TV.