La mujer y sus misterios: ¿qué
tanto llevamos en nuestra cartera?
Como bien lo explica la psicóloga
chilena Pilar Sordo en su libro “Viva la Diferencia (y el complemento también”[1],
estoy convencida que “No es cierto que hombres y mujeres seamos iguales; la
verdad es que somos absolutamente distintos (…)igualdad no es lo mismo que
equidad. Tenemos derechos que nos igualan y, por lo mismo, debiéramos acceder a
las mismas oportunidades; pero esto, reitero, no quiere decir que seamos
iguales ni psicológica ni socialmente hablando. Cada uno aporta a la sociedad y
al mundo afectivo que lo rodea cosas distintas y cosas igualmente importantes y
necesarias para la construcción de una familia, una identidad y una sociedad armónica. ”[2].
Resumiendo esas originalidades y diferencias a grandes
rasgos, Sordo explica que “pareciera ser
que dentro de lo masculino es natural la liberació́n y la capacidad de
desprenderse y soltar los procesos; de hecho, un hombre no puede generar vida
si sus espermios no salen de él, por lo tanto, necesariamente debe soltarlos.
Por otra parte, una mujer no puede generar vida si no tiene la capacidad de retener
a un bebé dentro de sí́ misma. Sin
embargo, estas dos funciones al parecer tan estrictamente biológicas pueden
traslaparse y extrapolarse hacia ámbitos que van aún más allá de la
biología misma”.[3]
En ese sentido, la psicóloga nos explica que las mujeres
tenemos esta tendencia física, psicológica, espiritual y afectiva de retener.
Retenemos más líquido en nuestro cuerpo que los hombres (dando origen a la tan
odiada celulitis), la constipación femenina es 80% mas frecuente que en los
hombres, guardamos cada pedacito de comida que sobra en la heladera,
almacenamos bolsas, envoltorios y un montón de cosas que ya no sirven,
archivamos ropa de hace veinte años en nuestro placard por las “dudas” se
vuelva a usar, como si nuestro cuerpo fuera a entrarle algo de veinte años
antes, y aunque nos vayamos a la
nieve de viaje, por las dudas también llevamos la bikini. Tendemos a coartar la
libertad de nuestros hijos y parejas con esto de “retener”, a la vez que
solemos quedarnos pegadas a nuestros problemas y nos enredamos en ello.
Esta capacidad de retención es contraria a la capacidad
para soltar con que cuentan los hombres naturalmente: dejan ir aquello que ya
no es suyo, no se suelen quedar lamentando lo pasado ni le dan tanta vuelta a
lo que no pudo ser, no acopian ropa ni bienes innecesariamente, entre otras
actitudes relativas al desprendimiento. “El
soltar(…) estaría relacionado con dar vuelta la página rápidamente, y, con no
dejar de pensar o aproblemarse por lo que no se puede solucionar en el momento,
con el cerrar etapas de vida y comenzar otras en corto tiempo, con sólo pensar
en los objetivos.”[4][5]