lunes, 16 de noviembre de 2015

Verano, ¡no!, ¡no!, ¡no! (Entrega I de II)


La llegada de la temporada primavera – verano tiende a sorprendernos en el transcurso de nuestro año con la intensidad de una mala  noticia inesperada, como si no miráramos el calendario o no viéramos lo sueltos de ropa que ya andan los maniquíes en las vidrieras.

De repente un día como todos los anteriores, salís a enfrentar la calle, y a mitad de mañana tenés que parar la marcha, sofocada, para sacarte la campera, el sweater y el pañuelo para quedarte en la remera gastada y con pelotitas que elegiste inconcientemente ponerte en la mañana. Mirás a tu alrededor y te das cuenta que todos andan de mejor humor, a tono con el calor reinante, y te cruzás tres conocidas que parecen haber sido sacadas de un videoclip de playa de los Red Hot Chilli Peppers,  mientras vos no parás de chivar bulucas , mientras cuelgan desprolijamente de tu cartera las prendas descartadas. ¿ En qué momento la sociedad se complotó para prepararse para el calor, tomó sol y se lookeó con los colores y texturas obligatorios de la temporada? De casualidad ves tu reflejo en un espejo y  horrorizada confirmás lo mal que has llegado a ese día, que a pesar de los 38 grados C, todavía te encuentra en medias de lana y botas de cuero, con pelos al por mayor que venís dejando crecer para amortizar la depilación, con los 5 kg de más que en vano te propusiste bajar en invierno para que te entre la ropa de verano, cuando eran 3 los kilos que tenías de mas.

Ya despabilada y en movimiento, al menos intelectualmente, para empezar a prepararte el cuerpo para la teoría más placentera de las estaciones, recordá que en dos días tenés un casamiento, y que si ya se lanzó la temporada de bronceado  a tu alrededor, no podés mostrar tu color de piel de pollo hervido, ante una ciudad que ya abandonó el a veces permitido estilo Blancanieves. Aduciendo un falso dolor de ovarios en el trabajo, con tal de recuperar con el bronceado un poco la dignidad, bajás valientemente a la planta baja del edificio un jueves dos de la tarde, pensando que serás la única mortal en darse el lujoso castigo de tomar sol, porque hace años dejaste de verlo como un momento de relax, sino como un sacrificio para verse mejor. Cuando llegás, te desayunas con el mundo paralelo que se ha creado alrededor de la pileta del complejo: al son de los temas musicales del momento, los cuales escuchás por primera vez, en la entrada de la reja que separa el jardín de la piscina, improvisan una barra de tragos tropicales que crees no tienen nada que envidiarle a los que preparaban en ese hotel all inclusive al que fuiste con tu familia en el verano del 98, cuando por supuesto tampoco podías tomar, antes por menor de edad, ahora porque nadie te invita, ajena a la buena onda y camaradería que muestran los cuatros flacos de abdominales brillantes que preparan las bebidas,  que lamentás no haberte cruzando antes, y  las seis yeguas vecinas a las que casi no podés identificar por el lomo y la cara de puta con que se muestran en bikini.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Horóscopos, brujerías, supersticiones y otras creencias (Entrega II de II)



Los mitos de belleza

La biblioteca para la belleza de nuestras abuelas y a veces madres tiene mucho de superstición también. En cuestiones capilares, por ejemplo, alguna vez habremos escuchado que todas las noches debemos cepillar nuestra cabellera, cien veces afirman algunas señoras, para fortalecer el pelo y sacarle brillo.  También  muchas sostienen que solo hay que cortarse cuando hay luna llena para que el cabello crezca más fuerte. Si te sale una cana, no quedaría otra que joderse, porque sacártela es sinónimo de que te salgan siete más.

Para adelgazar, las buenas lenguas dicen que cuando hacés dieta, no podés pensar en comida, porque aunque te cagues de hambre engordás igual y otras opinan que los productos light engordan el doble. Enojarte, te arrugaría más que cualquier otro sentimiento y correr, comer, tomar anticonceptivos, estar, existir y vivir, te sacaría celulitis. Con respecto a este gran problema, las señoras entradas en años argumentan que toda mujer tiene celulitis, y vos bien sabés que no es así, que las pendex de doce vienen con lomo de calendario de gomería sin ningún esfuerzo, por lo que puteas por haber nacido en la última generación con este mal de la piel de durazno, a la cual tu generación y las anteriores siguen combatiendo ilusamente, con doce litros de agua por día, carísimas cremas, complicadísimos tratamientos y asfixiantes ejercicios, sin obtener el más mínimo resultado, pero con una fe profética y una voluntad invencible, porque es preferible seguir creyendo en el mito de que la celulitis es curable, que morirse de depresión ante la certeza, de que cada día que pasa, los pozos de tu cola estarán peor .

Supersticiones para la buena suerte, buenos augurios y algo de brujería

Las supersticiones, están hoy tan presentes en nuestra cultura como siempre. La palabra “superstitio”,  de origen latino, figura en el diccionario como una creencia “extraña a la fe religiosa y contraria a la razón”. Y tenemos en este sentido creencias para todos los usos y situaciones. Para atraer la suerte, allá vamos todas comprando bombachas rosas para estrenar en año nuevo, y dependiendo del año, regalás miles de chabombas a tu madre, hermanas, cuñadas y amigas, y no te comprás para vos, convencida que el cosmos, en su poder de ordenar y equilibrar todas las cosas, va a devolverte de algún lado alguna de las tantas tangas que por gusto repartiste entre la humanidad, pero otra vez, esta ley natural falló. Y así te encontrás el 31 de diciembre a las 21 hs sin calzón para estrenar, lo que te da un terror de pánico el comenzar el año sin tu lencería talismán, y por miedo a causar un daño irreparable en la energía del año que se avecina, por llevar la ropa interior equivocada, preferís salir en cheicon, para al menos minimizar las consecuencias de la ausencia de la braga rosa. Transcurrís el festejo y unos días después con una sensación inusitada de desprotección, hasta que te cercioras que más o menos el año sigue su ritmo natural de buenas y malas, como la vida misma, y te olvidás del asunto, hasta que llega diciembre siguiente y apenas ves alguna bombacha del color indicado en alguna vidriera, te comprás merecidamente tu ejemplar, para evitar el descuido del año anterior. Pero justo ese diciembre es cuando te regalan un tsunami de calzones rosas, transformando tu cajón de bombachas en el cajón de bombachas de la Barbie, porque todo lo que se asoma es rosa, color que detestás y que solo usas por cábala una vez al año.