El pack
Navidad – Año Nuevo
Llega diciembre y en nuestra vida se realiza un verdadero
borrón y cuenta nueva como ninguna otra vez en el año. Los primeros en sentir
ese alivio son los chicos, que ya terminaron las clases, y si Dios quiere (pero
más si ellos se esmeraron y estudiaron), pasaron de curso también.
Cuando todavía formábamos parte de la dinámica escolar o
universitaria, éramos más conscientes de ese cambio, de esa oportunidad de poder
ver con orgullo y/o autocrítica el camino transcurrido, descansar un tiempo
para retomar fuerzas y encarar con entusiasmo los nuevos desafíos. De
escolares, pasábamos de año y archivábamos las carpetas, libretas y libros ya
obsoletos y nos lanzábamos a disfrutar de las a veces no tan merecidas
vacaciones, sin pausa ni prisa. Teníamos casi tres meses de vacaciones por
delante, y aunque hoy nos parezca un lujo casi obsceno, para la manera infantil
de medir el tiempo, tres meses se pasaban volando, aunque algunos, los más
intelectuales, se aburrían, e invertían el último coletazo de días para
rescatar los pocos útiles que podían salvarse, y ansiosos cumplimentaban el
listado de útiles y bibliografía escolar que preparaba la nueva y misteriosa
maestra. Yo era una de esas estudiantes.
Aún de más grandes, en la edad universitaria, estudiaras o
sólo te dedicaras a trabajar, ese bache paradisíaco en el calendario se
vislumbraba como un derroche de horas para gastarse en joda, eventos de
despedida de año con toda nuestra red social, para irse de vacaciones o dormir,
comer y disfrutar sin culpa ni responsabilidades. Pero a medida que crecemos,
el combo fiestas de fin de año irrumpe en el calendario mostrando otra cara
diferente a la despreocupada vivencia de antaño, y nos muestra su verdadero
rostro de Apocalipsis.
Para empezar, en nuestros países del culo del mundo, las
corridas de fin de año, el hacer trámites, sacar y poner los chicos, comprar
los regalos, decidir con quien pasar las fiestas, organizar las fiestas, preparar
la comida de las fiestas, hacer las compras para la comida de las fiestas, los
eventos de despedida de año, pago de impuestos (todo se complota para vencer a
fin de año), organizar las vacaciones, con el tráfico más maldito que nunca, el
hacer cola para cualquier movimiento y acción que quieras hacer en la vía pública,
y otros mandados típicos de este época del año, transcurren nada menos que en una
atmósfera cuya temperatura promedio ronda los 40 grados centígrados a la
sombra. El conjunto de los aires acondicionados prendidos a full forman un
ruido permanente en el ambiente, que de tanto que nos acostumbramos a él ya no
lo escuchamos, salvo cuando nos percatamos de su catastrófica ausencia, cuando
por los típicos cortes de luz de la época, dejan de funcionar. Ni aún con todas
las frigorías puesta en acción, es viable la supervivencia en la jungla de
cemento que en estos días muestra su peor versión.