lunes, 27 de julio de 2015

Eventos, encuentros y desencuentros (Entrega III de III)

El pack Navidad – Año Nuevo

Llega diciembre y en nuestra vida se realiza un verdadero borrón y cuenta nueva como ninguna otra vez en el año. Los primeros en sentir ese alivio son los chicos, que ya terminaron las clases, y si Dios quiere (pero más si ellos se esmeraron y estudiaron), pasaron de curso también.
Cuando todavía formábamos parte de la dinámica escolar o universitaria, éramos más conscientes de ese cambio, de esa oportunidad de poder ver con orgullo y/o autocrítica el camino transcurrido, descansar un tiempo para retomar fuerzas y encarar con entusiasmo los nuevos desafíos. De escolares, pasábamos de año y archivábamos las carpetas, libretas y libros ya obsoletos y nos lanzábamos a disfrutar de las a veces no tan merecidas vacaciones, sin pausa ni prisa. Teníamos casi tres meses de vacaciones por delante, y aunque hoy nos parezca un lujo casi obsceno, para la manera infantil de medir el tiempo, tres meses se pasaban volando, aunque algunos, los más intelectuales, se aburrían, e invertían el último coletazo de días para rescatar los pocos útiles que podían salvarse, y ansiosos cumplimentaban el listado de útiles y bibliografía escolar que preparaba la nueva y misteriosa maestra. Yo era una de esas estudiantes.

Aún de más grandes, en la edad universitaria, estudiaras o sólo te dedicaras a trabajar, ese bache paradisíaco en el calendario se vislumbraba como un derroche de horas para gastarse en joda, eventos de despedida de año con toda nuestra red social, para irse de vacaciones o dormir, comer y disfrutar sin culpa ni responsabilidades. Pero a medida que crecemos, el combo fiestas de fin de año irrumpe en el calendario mostrando otra cara diferente a la despreocupada vivencia de antaño, y nos muestra su verdadero rostro de Apocalipsis.

Para empezar, en nuestros países del culo del mundo, las corridas de fin de año, el hacer trámites, sacar y poner los chicos, comprar los regalos, decidir con quien pasar las fiestas, organizar las fiestas, preparar la comida de las fiestas, hacer las compras para la comida de las fiestas, los eventos de despedida de año, pago de impuestos (todo se complota para vencer a fin de año), organizar las vacaciones, con el tráfico más maldito que nunca, el hacer cola para cualquier movimiento y acción que quieras hacer en la vía pública, y otros mandados típicos de este época del año, transcurren nada menos que en una atmósfera cuya temperatura promedio ronda los 40 grados centígrados a la sombra. El conjunto de los aires acondicionados prendidos a full forman un ruido permanente en el ambiente, que de tanto que nos acostumbramos a él ya no lo escuchamos, salvo cuando nos percatamos de su catastrófica ausencia, cuando por los típicos cortes de luz de la época, dejan de funcionar. Ni aún con todas las frigorías puesta en acción, es viable la supervivencia en la jungla de cemento que en estos días muestra su peor versión.

lunes, 20 de julio de 2015

Eventos, encuentros y desencuentros (Entrega II de III)

Feliz cumpleaños a ti
El rito del festejo de cumplir años se centra en agradecer la vida, ese año más que transcurrimos por estas latitudes, lo que no es poco, ya que nadie sabe con precisión cuanto tiempo andaremos por aquí, por lo que hay que celebrar cada ciclo que nos dan de prestado. Sin embargo, en los últimos tiempos, la celebración del natalicio se ha convertido en una desafiante prueba de supervivencia  para el que debería ser el agasajado. No obstante, esta tendencia, tiene claramente sus peculiaridades: este síntoma, afecta con exclusividad al género femenino, ya que el hombre, tiene otra manera de conmemorar dicha celebración.

-       El cumpleañero

Salvo preocupantes excepciones, el hombre recibe su cumpleaños, su boda o cualquier otro evento que lo tenga como protagonista, con la misma naturalidad y expectativa con la que se toma un vaso de cerveza en el patio de su casa la noche más calurosa del año, sin ningún preparativo o formalidad,  disfrutando hasta el último sorbo de sabor y frescura, sin conocer apuro o culpa por tanto gozo.

El hombre se levanta el día de su cumpleaños con la chochera de festejar la vida, y enfrentará la jornada con la misma paz que todos los días del año, sólo que un poco más feliz. Se vestirá con lo que encuentre que esté lavado, irá a trabajar, practicará su deporte favorito, irá a la cancha si le toca, y charlará con toda persona que lo llame para festejar su dicha, sin mostrar preocupación o prisa alguna . Lo llamará su madre, el resto de su familia y algún amigo muy cercano, porque con seguridad la gran mayoría de sus amigos no lo llamará (a lo sumo le dejarán un mensaje en Facebook), le caerán por la noche a su casa con la decisión de una plaga, dando por sentado que hay fiesta, no le harán ninguno regalo y, como si fuera poco, lo pondrán como punto de todas las bromas del encuentro, y a medida que transcurra la noche y el alcohol, le pegarán y/o realizarán algún tipo de tortura que cause la risa en todos los presentes. Así tienden a relacionarse los ejemplares de este sexo en el natalicio de un par.

Si hay en su vida alguna novia o mujer interesada, esta vivirá el cumpleaños de la pareja como una oportunidad para delimitar territorio con cualquier otra hembra, tal como mean los perros las zonas que le pertenecen, por lo que aprovechará para desbordar sus enérgicas manifestaciones de cariño, y le anticipará por horas el deseo de cumpleaños vía telefónica, le enviará un mensaje de texto minutos antes de la medianoche, si no es que ya está con él. Lo llamará en el desayuno, le escribirá un mensaje en Facebook que haga notar sin duda alguna el vínculo que la une con el cumpleañero, entre otros acosos que culminarán con llevarle la torta, el regalo y por poco cargarle la sombra al asfixiado ser.

lunes, 13 de julio de 2015

Eventos, encuentros y desencuentros (Entrega I de III)


La vida social es un ámbito en el cual la mujer tiene un rol protagónico, sobre todo a la hora de organizar aquellos momentos que luego quedarán en la memoria de todos como relajados instantes de gozo, olvidándonos del trabajo y stress de su preparación.
Los hombres, en cambio, tienen la habilidad de poder disfrutar plenamente de estos encuentros, porque por  lo general, aunque sean ellos los que convoquen, tienden a sentirse siempre muy bien invitados, y desde la comodidad de un sillón ejercen el derecho de sentirse de visita aún en su propio hogar, y a deleitarse con las comidas, las bebidas y la buena compañía sin ninguna interrupción, salvo cuando llama la irrenunciable necesidad de dirigirse al toilette.

Las "Marta" y las "María"

Quien haya alguna vez tenido contacto con el Cristianismo, recordará esa imagen bíblica de Jesús visitando a las hermanas Marta y María: María se sentó a escuchar embelesada las novedades del iluminado, mientras Marta iba y venía trayendo y llevando trastos, comidas y bebidas. Enojadísima, la pobre infeliz le dice a Jesús que por favor le diga a la fresca de María que mueva un poco el traste para ayudarla; sin  embargo, Él le contesta: “Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas. Pero una sola cosa es necesaria. Pues María ha escogido la mejor parte, la cual no le será quitada”[1].
Más allá de la enseñanza bíblica de preocuparnos por lo importante y no por lo urgente, a la luz de este ilustrativo evangelio, podemos dividir a las mujeres en dos clasificaciones en su rol frente a la gimnasia social: las “María” y las “Marta”.
Si algo es seguro, es que las “María” saben disfrutar de la vida, y las urgencias domésticas no ocupan su tiempo ni preocupación. Las “María” son aquellas verdaderas amantes de los encuentros sociales, las muy relajadas a las que nada les roba su tranquilidad, o al menos las que hacen lo mínimo e indispensable pero con antelación, para evitar cualquier trajín, que les impida disfrutar en cuerpo y alma el convite y todo su circo. Llegás a un evento organizado por una “María”, y con todo en su lugar, te recibe ella recién bañada (porque acaba de volver del gym) de punta en blanco con conjunto con el color de moda (que acabas de ver en la tapa de la “Para ti Colecciones” en el kiosko de revistas desde la ventanillas del auto, y que como todos las temporadas, nunca conseguís por que se agota antes, por lo cual quedás nuevamente en la ignorancia desnuda sobre lo que vendrá), con copa de champagne en la mano, luciendo el corte de pelo del momento y una sonrisa generosa para reír de cualquier vanalidad que surja en el jolgorio.
Las “Marías, en su versión radical, son capaces de recibirte hasta perfumadas pero sin la menor idea de que es lo que comerán las veinticinco personas que espera en su monoambiente. A “María” no se le ocurriría invertir un suspiro de su tiempo en amasar ñoquis para todos los cuerpos presentes, ni en hacer empanadas caseras para todos. Seguro que no sabe ni cocinar. Pero como siempre, todo se resolverá de alguna manera u otra, entre que se actualiza en un chisme o comenta sobre lo feo que le queda el corte nuevo a la vecina. La comida no sólo termina estando riquísima, sino que además, suele dejar obnubilados a los invitados, porque ese talento que tiene para todo salirle bien, se agudiza en su capacidad de elegir un delivery, siempre a la vanguardia del plato de moda en el catering del momento. Cuando todos estaban todavía con la pata flambeada ella innovó con las pizzas a la parrilla, fue la primera en invitarte a un resto tex mex cuando lo único que recordabas de comida mexicana era gracias a tu infancia viendo al Chavo del Ocho. A ella le debés tu destreza en los palillos chinos, el día que en su cumpleaños humilló sin quererlo a todo el equipo comiendo sushi con talento de samurai, mientras presentaba a los invitados las distintas variedades de maki en japonés original, y no te quedó otra que lanzarte en la sofisticada técnica o morir de inanición. Como era de esperarse, este y los otros gustos orientales le quedaron ya un poco pasados de modas, con la excepción de cuando van en fusión con la comida peruana, “el” estilo culinario en boga, que sólo se ve eclipsado a veces por la comida molecular.  Como sea, todo lo habrá dispuesto para poder charlar con cada uno de los visitantes que la conmemoren con su presencia, y disfrutará cada episodio de la charla y el baile, los que se verán solo interrumpidos para saludar a los que van llegando o despedir a los que van partiendo.

lunes, 6 de julio de 2015

De doctores y dolores (Entrega II de II)

Depilación = Flagelación

Siguiendo sobre las prácticas de tormento más avanzadas, llegamos a la flagelación por excelencia que es la depilación. En nuestro país, hay casi una casa de depilación por cuadra, y como ninguna otra mujer en el mundo, parece que nos encanta andar a lo pelado como si una naturalmente viniera lampiña a este mundo. En nuestra sociedad, tener un pelo en otro lugar que en la cabeza, las pestañas o las cejas, califica en la categoría de pecado mortal. Algunas de mis amigas se depilan los bigotes con tanta frecuencia como lavan sus dientes. Es preferible llegar a una fiesta con la franja roja de irritación en el boso que alguien llegue a sospechar que esa sombra que se adivina a contraluz es la pelucita del bigote.

Si una tiene la malafortuna de que un hombre te roce sin querer tu pierna pinchudita de tres días sin rasuradora, dicho accidente se asimila casi como un suicidio público. Si pensás que por las zonas bajas puede haberte crecido un ejemplar, suspendés el traje de baño hasta que reúnas el tiempo y el coraje para su extirpación, aunque la temperatura haya superado los 50 grados. Tener vello en las axilas y que alguien lo descubra es una humillación de primer orden. Y cuando nosotras o algún conocido tiene la suerte de viajar al exterior, nos escandlizamos de los moncholos que las europeas muestran orgullosas, bajo los brazos, en el cavado o en zonas más profundas aún. ¿Dónde nos habremos contagiado de esa chaetofobia (sí, ese es el nombre que recibe la fobia al pelo) tan marcada en las mujeres argentinas?

Para no caer en la vergüenza de que alguien descubra que somos humanos y como todo mamífero tenemos algun vello en alguna parte (sic), nos sometemos a variados métodos de suplicio ideados para atacar estos crecimientos inoportunos que surgen en la piel. Comunmente, toda mujer preferiere la tortura del despelaje al bochorno de verse parecida a un chimpancé. La más antigua de las herramientas, la pincita de depilar, que puede ser una verdadera arma de martirio si es aplicada sobre algunos pelos de zonas específicas, como la nariz o los dedos del pie. Hay que convenir que la rasuradora o vulgarmente conocida “track” es muchísimo menos violenta en su desempeño, pero no se te vaya a ocurrir ponerte crema o nada con alcohol luego de habértela pasado porque sentirás un ardor de quemadura en segundo grado. Lo negativo de este utensilio es que en dos días, en vez de tener el pelo que tenías antes de haberla usado, tus piernas parecerán dos ejemplares de cactus autóctonos del desierto de Atacama, sobre todo si están verdes por la falta de contacto con el sol, por lo que es prudente reservar este método engañoso para ocasiones especiales exclusivamente.

La técnica más común por nuestra tierra es la extracción de la vellosidad a través del uso de cera vegetal. La depiladora, que conviene tener siempre de aliada porque te la puede hacer pasar realmente mal, calienta al frente tuyo el cerumen a una temperatura infernal, y cuando está bien derretido te embarduna la pelambre con el ungüento pegajoso, espera hasta que se te seca y hablandote de huevadas para distraerte, tira de este menjunge duro que tenés pegado a la piel con todas sus fuerzas para arrancar de raiz todo pelo que haya usurpado un poro en tu dermis, mientras vos insultás del dolor a la cera, a la depiladora, a tu marido, al albañil de tu casa, a la concha de la lora y a cualquier individuo que en ese momento desgarrante se te ocurra putear. El dolor de ese tirón, especialmente del primero, es tan profundo que no es raro que días después la mujer depilada tenga pesadillas con el asunto. Lo peor del caso, es que antes de que se cumplan los veinte días del sucedido, hay que estar acudiendo nuevamente a la terrorífica cita.