lunes, 2 de noviembre de 2015

Horóscopos, brujerías, supersticiones y otras creencias (Entrega II de II)



Los mitos de belleza

La biblioteca para la belleza de nuestras abuelas y a veces madres tiene mucho de superstición también. En cuestiones capilares, por ejemplo, alguna vez habremos escuchado que todas las noches debemos cepillar nuestra cabellera, cien veces afirman algunas señoras, para fortalecer el pelo y sacarle brillo.  También  muchas sostienen que solo hay que cortarse cuando hay luna llena para que el cabello crezca más fuerte. Si te sale una cana, no quedaría otra que joderse, porque sacártela es sinónimo de que te salgan siete más.

Para adelgazar, las buenas lenguas dicen que cuando hacés dieta, no podés pensar en comida, porque aunque te cagues de hambre engordás igual y otras opinan que los productos light engordan el doble. Enojarte, te arrugaría más que cualquier otro sentimiento y correr, comer, tomar anticonceptivos, estar, existir y vivir, te sacaría celulitis. Con respecto a este gran problema, las señoras entradas en años argumentan que toda mujer tiene celulitis, y vos bien sabés que no es así, que las pendex de doce vienen con lomo de calendario de gomería sin ningún esfuerzo, por lo que puteas por haber nacido en la última generación con este mal de la piel de durazno, a la cual tu generación y las anteriores siguen combatiendo ilusamente, con doce litros de agua por día, carísimas cremas, complicadísimos tratamientos y asfixiantes ejercicios, sin obtener el más mínimo resultado, pero con una fe profética y una voluntad invencible, porque es preferible seguir creyendo en el mito de que la celulitis es curable, que morirse de depresión ante la certeza, de que cada día que pasa, los pozos de tu cola estarán peor .

Supersticiones para la buena suerte, buenos augurios y algo de brujería

Las supersticiones, están hoy tan presentes en nuestra cultura como siempre. La palabra “superstitio”,  de origen latino, figura en el diccionario como una creencia “extraña a la fe religiosa y contraria a la razón”. Y tenemos en este sentido creencias para todos los usos y situaciones. Para atraer la suerte, allá vamos todas comprando bombachas rosas para estrenar en año nuevo, y dependiendo del año, regalás miles de chabombas a tu madre, hermanas, cuñadas y amigas, y no te comprás para vos, convencida que el cosmos, en su poder de ordenar y equilibrar todas las cosas, va a devolverte de algún lado alguna de las tantas tangas que por gusto repartiste entre la humanidad, pero otra vez, esta ley natural falló. Y así te encontrás el 31 de diciembre a las 21 hs sin calzón para estrenar, lo que te da un terror de pánico el comenzar el año sin tu lencería talismán, y por miedo a causar un daño irreparable en la energía del año que se avecina, por llevar la ropa interior equivocada, preferís salir en cheicon, para al menos minimizar las consecuencias de la ausencia de la braga rosa. Transcurrís el festejo y unos días después con una sensación inusitada de desprotección, hasta que te cercioras que más o menos el año sigue su ritmo natural de buenas y malas, como la vida misma, y te olvidás del asunto, hasta que llega diciembre siguiente y apenas ves alguna bombacha del color indicado en alguna vidriera, te comprás merecidamente tu ejemplar, para evitar el descuido del año anterior. Pero justo ese diciembre es cuando te regalan un tsunami de calzones rosas, transformando tu cajón de bombachas en el cajón de bombachas de la Barbie, porque todo lo que se asoma es rosa, color que detestás y que solo usas por cábala una vez al año.   


Otras creencias apuntan a pedir un deseo cuando ves una estrella fugaz, aunque nunca tuve la suerte ni la paciencia de ver una, o a hacer lo mismo, cuando se te cae una pestaña, siempre que antes la pongas entre tu dedo pulgar y el de otra persona, y se la guarda en la ropa quien quede con ella. Para evitar que llueva un día importante, como el de un casamiento, hay que llevarle una docena de huevos a las monjas: me imagino a una feliz e inteligentísima monja entrada en kilos extras por tanta torta y masas inventando el rito con tal de proveerse de la materia prima necesaria para que no le falten los gustos. Para escapar de la mala suerte, por supuesto no hay que pasar debajo de una escalera, casarse ni embarcarse un martes 13, tocar madera cuando pensamos o decimos algo que no queremos se haga realidad y usar una cinta roja contra la venenosa envidia. Cuando vemos un gato negro o se nos rompe un espejo ya estaríamos un poco cagados en mufa, y habría que recurrir a expertos para sacarse la mala onda.

La maternidad y la sabiduría popular

Como si fuera una incontinencia verbal propia del género femenino, cuando una queda embarazada, inmediatamente, toda mujer con la que tengas algún vínculo, aunque sea que viaje al lado tuyo en un bondi, con o sin experiencia en el asunto, pasará a compartir con vos aquel conocimiento en el área que haya almacenado hasta el momento, aún sin que le hayas preguntado nada, ni te interese saber su opinión.

En los primeros meses, las abuelas te obligan a hacerle caso a los antojos, ya que si no cumplís la orden gustativa de tu cuerpo, el bebé tendría una mancha con la forma del alimento que le negaste, y aunque ya llevás engordados los kilos que te permitió tu obstetra para todo el embarazo en los primeros tres meses, te alientan a que sigas comiendo por dos, aunque tu bebé pese todavía menos que una rodaja de pan. Algunas te obligan a comer cítricos para tener niños lampiños y no unos pequeños lobitos, convencidos que la naranja y sus variaciones los libera de la pelusa casi animal con que algunos nacen.

La creencia general indica que la panza del embarazo en punta es de un bebé varón y la redonda de una mujer. En el mismo sentido, cuando a una gestante se la ve digna y aunque más gordita, al menos atractiva, es porque está embarazada de un niño; si no está muy favorecida es porque al llevar una niña, ésta le ha “robado” la belleza. O sea, si la cajera del banco te dice que tenés panza de nena, te está diciendo que das ocote, y si te arriesgan en el super que es un varón, tomalo como un halago. Si se enteran que te teñiste en el embarazo, aunque tu médico te haya dicho mil veces que no hay ningún riesgo, te miran como si fueras la bruja come niños de Hansel y Gretel. Otras, hasta te prohíben hacer mayonesa, como si hicieras alguna vez, porque les dijeron que si haces la mezcla encinta, el cordón umbilical puede enroscarse en el feto. Y en cuanto a fechas, muchas siguen mirando las fases de la luna, garantizándote el parto cuando llega la luna llena, cuando en realidad la única que parece una luna llena a estas alturas, sos vos, por lo blanca y redonda.


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