26. El buena onda
A nuestra altura, por la treintena y en adelante, quedan
pocos ejemplares de tipos buena onda, y si uno anda desocupado, no tardará en
ser pescado. El buena onda es fundamentalmente amado por vos y todo lo que te
rodea, tus amigas, tus viejos, tus hermanos, tu perro, por todo ser vivo que se
le cruce, simplemente porque cae bien y hace al otro sentir mejor. Le encanta
celebrar, reunir y festejar y se inmola siendo el mejor de los anfitriones, en
muchos casos el único, haciendo todo él con la mayor de las felicidades y
facilidades: desde las compras hasta el lavado final de platos. Son buenos
cocineros y poco discretos tomadores.
Es cariñoso, generoso, positivo y siempre está de buen
humor, por lo que todo le suele salir bien. Con una inteligencia emocional
superdotada, la pasa bien a donde esté y con quien esté, porque tiene el don de
poder capitalizar cualquier encuentro con un otro, al que conquista con su modo
directo, simple y simpático, pudiendo divertirse en cualquier situación, aún en
el laburo, donde tiende a desempeñarse de maravillas en profesiones que tengan
que ver con el trabajo en equipo y la motivación. Su red de amigos es inagotable,
y siempre estarán dispuestos a devolverle algún favor, por lo que el trámite o
el problema más complejo, gracias a algún conocido que intercederá a su favor, siempre
tendrá una solución mágica para el buena onda, será por eso que anda por la
vida tan feliz y despreocupado.
No se puede discutir con él ya que no sabe como hacerlo y cualquier
planteo que una haga, queda como una loca. Desdramatizan todo al punto de vivir
con la convicción que nada, salvo la muerte, es motivo para arruinar la fiesta
que es la vida. Su humor y motivación suele extenderse en todos los ámbitos ,
por lo que es fácil perderlo en asados, jolgorios y viajes, porque siempre
tiene ganas de más. Teme a la soledad como el peor de los castigos, por eso se
ocupa de estar siempre bien acompañando.
27. El “calentitos
los panchos”
El hombre “calentitos los panchos” suele no tener defectos,
hasta que encontrás su talón de Aquiles: está siempre e incondicionalmente
listo para coger. Alguna vez escuchaste que existía la adicción al sexo, que
eso decían tenía Michael Douglas, y pensaste que todos los hombres padecían el
mismo síndrome, hasta que lo conociste a “calentitos los panchos” y te diste
cuenta de la diferencia.
De repente todo lo que hacés es sexy: estar abrigada,
desabrigada, limpia, sucia, arreglada, así nomás. De cualquier forma y en
cualquier momento te quieren entrar. Se sabe todas las posiciones sexuales del
Kamasutra de memoria, del derecho y del revés, y su casa parece el búnker de
Christian Grey.
Olvidate de comer tranquila en su presencia una banana, un
grisín o un turrón, o de mencionar palabras tan mundanas e inofensivas como
leche, jugo o crema, porque todo le recuerda a eso, y el deseo se le vuelve
incontrolable.
Al comienzo, una se siente la manifestación viviente y moderna
de Afrodita, capaz de contener el amor generoso y desenfrenado de este dios
griego reencarnado, hasta que te das cuenta que tanto darle al frito, vas a
morir flaca y seca como una lagartija, porque tanto amor está contraindicado
para un solo cuerpo. De repente te diste cuenta que bajaste 8 kilos en tres
meses y que estás entrenada sin quererlo para correr tu primer maratón, desafío
físico que te quedará chico a los fondos de fin de semana a los que te tiene
acostumbrada.
Como arma secreta, sacás a relucir que te duele la cabeza
como en tu infancia el “pido gancho” te inmunizaba en algún juego como las
escondidas o el viejito, aunque en realidad lo que te duele es la chochis de
tanta matraca. Hasta que un día, se acerca para saludarte y verlo te provoca la
misma fiaca que pasar por la puerta de tu gimnasio, por lo que te das cuenta
que necesitás un descanso, y te ves en la límite situación de decidir entre seguir
con este hombre con quien bien la pasas y así dedicar tu vida y tu cuerpo como
una mártir del amor, a gastar células y calorías en posición horizontal, o
decirle adiós para siempre y recluirte por un tiempo en un monasterio
benedictino vestida de hábito de arpillera para que nadie te mire ni te toque
por unos buenos meses, hasta que puedas recuperarte de la sobredosis de lujuria
a la cual te has dejado voluntariamente arrastrar, pero que ya te tiene los
ovarios por el piso.
28. El hombre estado
zen
La flexibilidad y la habilidad de adaptarse a los cambios
contextuales son algunas de las cualidades más valoradas entre los
profesionales del mundo de hoy. Los hombres en estado zen son aquellos
representantes de la especie masculina que superaron su condición, aceptando
sus debilidades y potenciando sus fortalezas, erigiéndose como “superhombres”, con
una capacidad de supervivencia mayor a las de las cucarachas en un holocausto
nuclear, quienes crearon los anticuerpos necesarios para soportar a la mujer
sin ningún esfuerzo manifiesto.
Gracias a su
equilibrio mental y la paz de espíritu, desarrolló herramientas para enfrentar
el estrés de la vida en pareja y está inmunizado a la crítica, la queja
o el reclamo. La termina pasando bomba y manteniendo su eje en el punto exacto,
porque ha aprendido a que todo lo resbale, y a mantener su nirvana aún en las
condiciones más nefastas, que suelen ocurrir sobre todo los días que a su mujer
le viene. Sus habilidades muchos la confunden con una sordera severa, porque
hacen oído sordo a todo lo que se les dice.
En una primera lectura, una puede confundirlo por un sumiso
o falto de carácter, pero lejos de ser consecuentes, su vivir anestesiados les
permite disfrutar de sus gustos y ritmos sin estresarse, y termina saliéndose
siempre con la suya. A pesar de sus provocaciones que después reconoce como
fuera de lugar, su mujer lo ama incondicionalmente, porque es él quien le
otorga la paz y tranquilidad que ella suele perder con frecuencia, mientras
siempre el hombre en estado zen sale victorioso, al no perder nunca la calma.
Son los mejores padres, por su calidez y aura serena, portadores de la razón al
no mandar a nadie al diablo y por nunca levantar la voz.
29. El hombre sombra
Al hombre sombra casi no lo conocemos. Son aquellos seres,
sin deseos, pulsiones, personalidad ni color, que algunas mujeres cargan no
sabemos si con gusto o sacrificio, con algún título como el de novio o marido,
como si eso los hiciera más importantes que el bulto que son. El hombre sombra
es como un hombre dormido, sin voz ni voto, que algunas mujeres llevan como un
trofeo de una guerra con un contrincante invisible en que ellas son las dueñas
de todas las victorias. Pobre de gestos y palabras, también lo suele ser en
opiniones y motivaciones, viviendo una especie de letargo constante en que todo
le da igual.
El hombre sombra cumple años u otro es el motivo por el cual
lo agasajan y no se te ocurre que carajo comprarle, porque nada usa, nada le
gusta, nada practica. La
vida se les pasa viendo tele o reposando en algún sillón, y todos sus vicios empeoran
con los años, por lo que día a día suele mostrarse más ogro, apático y abúlicos
que nunca. Es de naturaleza depresivo y es deprimente vivir con él, y uno
injustificadamente puede sentir que es culpable de su vida aburrida.
Sin embargo, hay mujeres que felices se los cuelgan como una
cartera y los sacan a pasear como un barrilete, mientras le deciden
calzoncillo, amigos y menú como quien estuviera digitando el destino de un
muñeco articulado, y nada les enamora más que su maleabilidad y falta de
iniciativa, porque al tenerlo detrás de sus polleras, se sienten las hembras
más machas y consentidas del reino, o al menos se divierten jugando a las muñecas con un maniquí tamaño real.
30. El hombre ideal:
Dejémonos de buscarlo. No existe. Lo que hay es lo que hay
Después de este minucioso listado al que, para ser aún mas
detallistas, podríamos sumar sin duda algunos ejemplares más, podemos confirmar
que la naturaleza masculina puede sorprendernos en numerosas muestras y
envases, no existiendo la perfección en ninguna condición posible, porque
tampoco existe la mujer perfecta, ni menos la relación perfecta. Y a medida que
envejezco, porque con más de 30 años ya una dejo de crecer para envejecer, más
me doy cuenta que cada uno, en la vida, en el amor y en su ser persona, hace lo
que puede y con demasiado esfuerzo, más allá de los resultados.
Por eso, lejos del humor y la ironía, les deseo para sus
vidas que puedan encontrar y elegir al hombre hecho a su medida, ese que
panzón, espontáneo, malhumorado, trabajador, chismoso o deportista, pueda darle
valor agregado a sus días, y hacerlas sentir las mujeres únicas que son.
A las que lo encontraron, a celebrar la vida junto al peor
es nada que elegimos, siempre que al final del día nos robe mas alegrías que
disgustos. Para las que saben que
no lo encontraron a pesar de tener compañía, les deseo que se animen a estar
mejor solas que mal acompañadas, quien sabe, quizás están perdiendo al galán de
su propia novela, que bien puede estar esperándolas a la vuelta de la esquina.
Y a las que todavía no les llegó la hora del romance, a bailar la vida que hay
mucho choma por delante.
Que toda chica que no quiere ser común tenga su historia de
amor, pero que jamás elija a un hombre por necesidad si no de
puro placer, y que todas, alguna vez en la vida, se den el gusto y hagan la
justicia histórica de romper al menos un corazón , por supuesto, siempre que así
lo deseen.
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